Viernes de la XXX Semana del Tiempo Ordinario
La ceguera no siempre es física. De hecho, cada uno de nosotros reservamos nuestras propias cegueras en el baúl de nuestras intenciones. Queda claro en el relato del evangelio de hoy que la intención de los fariseos nace de la ceguera intencionada. No quieren ver. Prefieren juzgar directamente, pero ya han sentenciado. Sin embargo, han olvidado lo esencial. Una ley que ata y no libera no puede ser buena para el hombre, no lo es para Dios.
Lucas 14, 1-6
Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos lo estaban espiando.
Había allí, delante de él un hombre enfermo de hidropesía y tomando la palabra, dijo a los maestros de la ley y a los fariseos:
«¿Es lícito curar los sábados, o no?».
Ellos se quedaron callados.
Jesús, tocando al enfermo, lo curó y lo despidió.
Y a ellos les dijo:
«¿A quién de vosotros se le cae al pozo el asno o el buey y no lo saca en seguida en día de sábado?»
Y no pudieron replicar a esto.
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