Miércoles de la V Semana de Cuaresma
Hemos tenido la suerte de nacer
en medio de una sociedad que, tras largos siglos de luchas, conquistó las
libertades individuales para cada uno de sus ciudadanos. De este modo todos
nacemos libres, con derechos y responsabilidades. Pero no es menos cierto que
poco a poco cada uno de nosotros se ha ido atando a sus pequeñas o grandes
cadenas. Esas prioridades que expulsan a Dios de nuestras vidas, esas que
ocultan el amor como motor de la vida. Esas cadenas nos esclavizan, nos
condenan… Cuaresma es el recorrido hacia nuestra propia libertad, nuestra
liberación… y Dios tiene la llave de nuestros candados.
Jn 8,31-42
En aquel tiempo, dijo Jesús a los
judíos que habían creído en él:
«Si permanecéis en mi palabra,
seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará
libres».
Le replicaron:
«Somos linaje de Abrahán y nunca
hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: "Seréis libres"?».
Jesús les contestó:
«En verdad, en verdad os digo:
todo el que comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para
siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis
realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de
matarme, porque mi palabra no cala en vosotros. Yo hablo de lo que he visto
junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre».
Ellos replicaron:
«Nuestro padre es Abrahán».
Jesús les dijo:
«Si fuerais hijos de Abrahán,
haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he
hablado de la verdad que le escuché a Dios; y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros
hacéis lo que hace vuestro padre».
Le replicaron:
«Nosotros no somos hijos de
prostitución; tenemos un solo padre: Dios».
Jesús les contestó:
«Si Dios fuera vuestro padre, me
amaríais, porque yo salí de Dios, y he venido. Pues no he venido por mi cuenta,
sino que él me envió».
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