San Cirilo de Jerusalén, Obispo y doctor
Lunes de la V Semana de Cuaresma
Con qué rapidez nos inclinamos a
juzgar los comportamientos de los demás, muchas veces sin acercarnos a conocer.
Cumplimos años y no acabamos de comprender que las personas con las que vivimos
viven circunstancias singulares, tanto como las nuestras. Vivimos vidas llenas
de matices, que no son uniformes y monocromáticas. Pero ahí seguimos,
atreviéndonos a juzgar. El Dios de Jesucristo, sin embargo, es pura
misericordia que acoge, perdona, reconstruye y devuelve a la vida. Esta intensa
experiencia de amor ayuda a construir el reino de Dios. Con más experiencia de
perdón habría menos odio, menos guerras…
Jn 8,1-11
En aquel tiempo, Jesús se retiró
al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo
el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le
traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:
«Maestro, esta mujer ha sido
sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las
adúlteras; tú, ¿qué dices?».
Le preguntaban esto para
comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo
en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se
incorporó y les dijo:
«El que esté sin pecado, que le
tire la primera piedra».
E inclinándose otra vez, siguió
escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron
escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con
la mujer en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó:
«Mujer, ¿dónde están tus
acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».
Ella contestó:
«Ninguno, Señor».
Jesús dijo:
«Tampoco yo te condeno. Anda, y
en adelante no peques más».
No hay comentarios:
Publicar un comentario