La Anunciación del Señor
Lunes de la II Semana de Pascua
Tras
la reacción de fe de quienes vieron al resucitado y creyeron, tiene mucha más
importancia este evangelio de Lucas en el que María se fio de Dios sin apenas
conocer nada de sus planes. María confió plenamente en Dios. De tal manera que
se entregó generosamente a sus planes iniciales. ¿Cuánto nos cuesta a nosotros
confiar? ¿Será por egoísmo? ¿Será por desconfianza en todo? ¿será que el
entorno nos empuja a desconfiar? Dejémonos transformar por Dios y que nuestro
corazón confíe.
Lc 1,26-38
En
aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea
llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa
de David; el nombre de la virgen era María.
El
ángel, entrando en su presencia, dijo:
«Alégrate,
llena de gracia, el Señor está contigo».
Ella
se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel.
El ángel le dijo:
«No
temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre
y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará
Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará
sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».
Y
María dijo al ángel:
«¿Cómo
será eso, pues no conozco varón?».
El
ángel le contestó:
«El
Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su
sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu
pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la
que llamaban estéril, "porque para Dios nada hay imposible"».
María
contestó:
«He
aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».
Y
el ángel se retiró.
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