Santa Catalina de Siena
Lunes de la V Semana de Pascua
Jesús
se dirige al Padre y hace una oración bellísima y cargada de una enorme profundidad.
Aquellos que se sienten satisfechos por sus posesiones, por su inteligencia o
sabiduría humana no abren los ojos de la fe a la Palabra de Dios. Es el
humilde, el sencillo el necesitado de búsqueda quien abre bien los ojos, los
del rostro y los del interior.
Mt 11,25-30
En
aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te
doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas
cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí,
Padre, así te ha parecido bien.
Todo
me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y
nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera
revelar.
Venid
a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo
sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y
encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi
carga ligera».
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