miércoles, 10 de abril de 2024

Para que el mundo se salve por él...

 Miércoles de la II Semana de Pascua

No es extraño escuchar que nos pasan o dejan de pasar desgracias y tragedias por algún castigo divino a nuestra increencia o falta de compromiso. Lo extraño de verdad es que durante siglos este discurso salía de la boca de los “sabios y entendidos” en el seno de la Iglesia y se extendía entre la masa de creyentes menos formada. No vamos a juzgar el pasado ahora ni las estrategias que llevaban a esto. Pero sí vamos a animar a acercarnos a la Palabra de Dios desde la verdad y para la búsqueda de la Verdad. Hacer lo contrario es distorsionar la verdadera identidad de Dios, quien lejos de castigar, es misericordioso, salva y justifica a quien se arrepiente. Nuestro Dios no es vengativo, sino tierno y acogedor.


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Jn 3,16-21

Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.

Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.

Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.

En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

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