Viernes III Semana de Pascua
Solo
quien descubre a Jesús como centro de su vida y criterio de actuación puede
comprometerse de lleno con la misión del Señor. Y el centro de esa comunión no
es otro que la celebración eucarística, culmen y origen de la vida de los creyentes.
Los cristianos tenemos en la Eucaristía el momento de encuentro más íntimo con
el Señor, pero ¿estamos convencidos? Los cristianos del siglo XXI estamos dando
más importancia a otras cosas que a la celebración dominical de la eucaristía.
¿O no?
Jn 6,52-59
En
aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí:
«¿Cómo
puede este darnos a comer su carne?».
Entonces
Jesús les dijo:
«En
verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no
bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi
sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi
carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El
que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
Como
el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo,
el que me come vivirá por mí.
Este
es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo
comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».
Esto
lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.
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