IV Domingo de Pascua
No
habla el evangelio de hoy de las ovejas, que si perdida, que si hallada… No. El
evangelio de hoy nos habla del buen pastor. De aquel que se desvive por cada
una de las que componen el rebaño, del su cuidado, de su preocupación por
ellas, por todas y cada una. Y qué importante es para la comunidad sentirse
cuidada por el pastor, sentir la necesidad de un buen pastor. Siempre que
hablamos de vocaciones lo hacemos como si fuera responsabilidad de otros, de
Dios… Pero no olvidemos que una comunidad madura demanda buenos pastores. Y un
buen pastor guía responsablemente a la comunidad por los mejores senderos para
alcanzar los mejores pastos.
Jn 10,11-18
En
aquel tiempo, dijo Jesús:
«Yo
soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado,
que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas
y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le
importan las ovejas.
Yo
soy el Buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el
Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
Tengo,
además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que
traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor.
Por
esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie
me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y
tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre».
No hay comentarios:
Publicar un comentario