Miércoles III Semana de Pascua
Reconocer
a Jesucristo como Hijo de Dios conduce a ponerlo en el centro de nuestra
existencia. Él se convierte en el motor vital, en el criterio de actuación del
discípulo. Por eso quien lo reconoce como tal no siente la necesidad de nada
que lo sustituya, él hace a las personas completas y felices, bienaventuradas.
¿Qué puesto ocupa Jesucristo en nuestra vida?
Jn 6,35-40
En
aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Yo
soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no
tendrá sed jamás; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis.
Todo
lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera,
porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que
me ha enviado.
Esta
es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino
que lo resucite en el último día.
Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día».
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