III Domingo de Cuaresma
De Galilea a Jerusalén, Jesús va
instruyendo a los discípulos. Les habla de la amenaza que representa para la
vida la maldad humana, o la que apremia la incontrolable naturaleza. Pero
también les habla de otra forma de negación de la vida representada en la
higuera estéril. El viñador responde con el esfuerzo para obtener frutos del
árbol. Así actúa Dios en la historia, a través de personas, acontecimientos o
sacramentos en esta cuaresma. Nosotros estamos llamados a pasar del egoísmo a
la generosidad, de la tristeza al gozo, de la desesperación a la esperanza, de
la muerte a la vida. Cuaresma es tiempo de actuar, de conversión.
Lc 13,1-9
En aquel momento se presentaron
algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato
con la de los sacrificios que ofrecían.
Jesús respondió:
«¿Pensáis que esos galileos eran
más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto? Os digo que
no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. O aquellos dieciocho
sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más
culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os
convertís, todos pereceréis de la misma manera».
Y les dijo esta parábola:
«Uno tenía una higuera plantada
en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.
Dijo entonces al viñador:
"Ya ves, tres años llevo
viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué
va a perjudicar el terreno?".
Pero el viñador respondió:
"Señor, déjala todavía este
año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da
fruto en adelante. Si no, la puedes cortar"».
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