I Domingo de Cuaresma
El comienzo de la Cuaresma nos
pone en la encrucijada del discípulo, del seguidor de Cristo. No solo asistimos a
las tentaciones que Jesús tuvo, seguramente entre seguir la voluntad del Padre
o presentarse como un Mesías espectacular y ruidoso; asistimos también a las
tentaciones que todo discípulo del Señor recibe siempre. Hemos llegado a ese
cruce de caminos en el que debemos reflexionar cómo es nuestro seguimiento, qué
ponemos en primer lugar, porqué seguimos a Cristo y cómo. Y resueltas las dudas
iniciamos este camino de cuaresma.
Lc 4,1-13
En aquel tiempo, Jesús, lleno del
Espíritu Santo, volvió del Jordán y el Espíritu lo fue llevando durante
cuarenta días por el desierto, mientras era tentado por el diablo. En todos
aquellos días estuvo sin comer y, al final, sintió hambre.
Entonces el diablo le dijo:
«Si eres Hijo de Dios, di a esta
piedra que se convierta en pan».
Jesús le contestó:
«Está escrito: "No solo de
pan vive el hombre"».
Después, llevándole a lo alto, el
diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo:
«Te daré el poder y la gloria de
todo eso, porque a mí me ha sido dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te
arrodillas delante de mí, todo será tuyo».
Respondiendo Jesús, le dijo:
«Está escrito: "Al Señor, tu
Dios, adorarás y a él solo darás culto"».
Entonces lo llevó a Jerusalén y
lo puso en el alero del templo y le dijo:
«Si eres Hijo de Dios, tírate de
aquí abajo, porque está escrito: "Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de
ti, para que te cuiden", y también: "Te sostendrán en sus manos, para
que tu pie no tropiece contra ninguna piedra"».
Respondiendo Jesús, le dijo:
«Está escrito: "No tentarás
al Señor, tu Dios"».
Acabada toda tentación, el
demonio se marchó hasta otra ocasión.
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