Sábado de la III Semana de Pascua
La propuesta de Jesús es
integral, afecta a todo el ser humano. Pero además no es individual, sino
comunitaria. No se puede vivir la fe al margen de la mesa del banquete eucarístico.
Fuera de esa mesa el hombre se siente desorientado.
Juan 6, 60-69
En aquel tiempo, muchos
discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron:
«Este modo de hablar es duro,
¿quién puede hacerle caso?».
Adivinando Jesús que sus
discípulos lo criticaban, les dijo:
«¿Esto os escandaliza?, ¿y si
vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da
vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y
vida. Y con todo, hay algunos de vosotros que no creen».
Pues Jesús sabía desde el
principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar.
Y dijo:
«Por eso os he dicho que nadie
puede venir a mí, si el Padre no se lo concede».
Desde entonces, muchos discípulos
suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los
Doce:
«¿También vosotros queréis
marcharos?».
Simón Pedro le contestó:
«Señor, ¿a quién vamos a acudir?
Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el
Santo consagrado por Dios».
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