San Marcos, Evangelista
IV Domingo de Pascua
El evangelio de hoy nos pone ante
la encrucijada de la postmodernidad. Frente a una cultura del narcisismo, que
ahonda en el individualismo como única forma de salvación, Jesús se nos presenta
como el pastor que da la vida por los demás, por las ovejas. Su misión no se
agota en la salvación individual, sino que se completa con la salvación de
todos. Y en eso andamos ahora. Inmersos en una cultura individualista, una
cultura de la autorrealización, del sálvese quien pueda. Hemos perdido la
óptica que nos posibilita mirar a nuestro alrededor y reconocer en el otro a un
hermano.
Juan 10, 11-18
En aquel tiempo, dijo Jesús:
«Yo soy el buen Pastor. El buen
pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de
las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y
las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen Pastor, que
conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo
conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que
no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz,
y habrá un solo rebaño, un solo Pastor.
Por esto me ama el Padre, porque
yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la
entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla:
este mandato he recibido de mi Padre».
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