Sábado de la Octava de Pascua
Jesús se aparece a María. Una
mujer. Es ella quien después narra su encuentro a los discípulos. Sin embargo,
la respuesta de los discípulos es la incredulidad. Frente a la disposición de
una mujer la duda de los hombres. Y aun así se mantiene el papel predominante
de los hombres en la Iglesia fundada por Cristo. No cabe duda que los
condicionantes históricos y las estructuras humanas jugaron su papel, pero en
pleno siglo XXI ¿no continuamos teniendo esas diferencias sustanciales en la
Iglesia?
Marcos 16, 9-15
Jesús, resucitado al amanecer del
primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había
echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de
duelo y llorando.
Ellos, al oírle decir que estaba
vivo y que lo había visto, no la creyeron.
Después se apareció en figura de
otro a dos de ellos que iban caminando al campo.
También ellos fueron a anunciarlo
a los demás, pero no los creyeron.
Por último, se apareció Jesús a
los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza
de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.
Y les dijo:
«ld al mundo entero y proclamad
el Evangelio a toda la creación».
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