Jueves de la II Semana de Pascua
Podemos asentar nuestra vida
sobre cimientos sólidos, o podemos asentarla sobre tierras movedizas. Quien se
aleja de los principios, de los valores y de la fe se dispone a navegar en un
barco que sin timón ni timonel, al antojo de las mareas, las corrientes y las
olas. Así nos ocurre cuando en nuestra vida no enraizamos nuestras decisiones
en principios sólidos, sino que nos gobernamos por la acumulación de bienes
materiales. Nosotros decidimos.
Juan 3, 31-36
El que viene de lo alto está por
encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra.
El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído
da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio
certifica que Dios es veraz.
El que Dios envió habla las
palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y
todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el
que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.
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