Jueves de la XIV Semana del Tiempo Ordinario
La
libertad del Hijo de Dios es aterradora a los ojos de los hombres. Nadie
desprecia más la libertad que lo hombres que han construido su vida sobre los
hombros de otros con los criterios de la opresión. Por ello adquiere un valor
tan importante la libertad de los hijos de Dios. Un regalo que hemos recibido
gratis. Por ello el Señor nos exige esa gratuidad, y nos da los criterios para
ser autónomos e independientes. Nada de cargar nuestra mochila de lo que nos
ate.
Mateo 10, 7-15
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
«ld
y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad
muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios.
Gratis
habéis recibido, dad gratis.
No
os procuréis en la faja oro, plata ni cobre; ni tampoco alforja para el camino,
ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento.
Cuando entréis en una ciudad o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y
quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa, saludadla con la
paz; si la casa se lo merece, vuestra paz vendrá a ella. Si no se lo merece, la
paz volverá a vosotros.
Si
alguno no os recibe o no escucha vuestras palabras, al salir de su casa o de la
ciudad, sacudid el polvo de los pies.
En
verdad os digo que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra
que a aquella ciudad».
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