Santo Tomás, Apóstol
Sábado de la XIII Semana del Tiempo Ordinario
Resultaría
fácil juzgar a Tomás de manera peyorativa. El discípulo incrédulo, el que duda,
el que no tiene fe. Pero pensemos, cuántas veces nosotros somos Tomás. Hombres
y mujeres que queremos creer, pero que dudamos. Que hacemos el esfuerzo y
ponemos de nuestra parte mucha voluntad para creer, pero que necesitamos de
algún signo, de algún gesto…
Juan 20, 24-29
Tomás,
uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y
los otros discípulos le decían:
«Hemos
visto al Señor».
Pero
él les contestó:
«Si
no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de
los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A
los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó
Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz
a vosotros».
Luego
dijo a Tomás:
«Trae
tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas
incrédulo, sino creyente».
Contestó
Tomás:
«¡Señor
mío y Dios mío!».
Jesús
le dijo:
«¿Porque
me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto».
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