Martes de la XIV Semana del Tiempo Ordinario
No
todos acogieron el mensaje de Jesús. Algunos pasaron indiferentes ante las
obras y palabras del Maestro. Otros fueron más allá y presentaron una oposición
frontal. Ello no rindió a Jesús ni lo alejó de su misión. Todo lo contrario,
animado y guiado por el Espíritu se acercó más aún a los agobiados, a aquellos
que no encuentran respuestas en lo superficial.
Mateo 9, 32-38
En
aquel tiempo, le llevaron a Jesús un endemoniado mudo. Y después de echar al
demonio, el mudo habló.
La
gente decía admirada:
«Nunca
se ha visto en Israel cosa igual».
En
cambio, los fariseos decían:
«Este
echa los demonios con el poder del jefe de los demonios».
Jesús
recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando
el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia.
Al
ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y
abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor».
Entonces
dice a sus discípulos:
«Las
mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la
mies que mande trabajadores a su mies».
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