Sábado
de la XV Semana del Tiempo Ordinario
La clase poderosa del judaísmo
más riguroso esperaba un Mesías triunfante, espectacular, que pusiese un orden
autoritario sobre el modelo social del momento. Curiosamente Dios se revela tal
cual es, humilde, cercano, todopoderoso a la vez que tierno y misericordioso.
La fragilidad es su propia fortaleza. Es posible que nosotros sigamos esperando
a ese Mesías. Si así es quizá necesitamos afinar el oído y volver a escuchar la
Palabra de Dios.
Mateo
12, 14-21
En aquel tiempo, al salir de la
sinagoga, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús.
Pero Jesús se enteró, se marchó
de allí y muchos lo siguieron.
Él los curó a todos,
mandándoles que no lo descubrieran.
Así se cumplió lo dicho por
medio del profeta Isaías:
«Mirad a mi siervo, mi elegido,
mi amado, en quien me complazco. Sobre él pondré mi espíritu para que anuncie
el derecho a las naciones.
No porfiará, no gritará, nadie
escuchará su voz por las calles.
La caña cascada no la quebrará, el mecha vacilante no lo apagará, hasta llevar el derecho a la victoria; en su nombre esperarán las naciones».
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