San Jerónimo, Presbítero y Doctor
Jueves de la XXVI Semana del Tiempo Ordinario
El
Señor envía a los discípulos. De dos en dos, confiados en la providencia de
Dios, pero sobre todo sin mochilas que los aten. Su seguridad es la misión
misma. Pero ¿y nosotros? ¿Salimos a la misión despojados de ataduras o seguimos
anhelando nuestras seguridades?
Lucas 10, 1-12
En
aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó delante de él,
de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él.
Y
les decía:
«La
mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que
mande obreros a su mies.
¡Poneos
en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis
bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino.
Cuando
entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa". Y si allí hay
gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos
en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece
su salario. No andéis cambiando de casa en casa.
Si
entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los
enfermos que haya en ella, y decidles: “El reino de Dios ha llegado a
vosotros”.
Pero
si entráis en una ciudad y no os reciban, saliendo a sus plazas, decid: “Hasta
el polvo de vuestra ciudad, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos
sobre vosotros. De todos modos, sabed que el reino de Dios ha llegado”.
Os
digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para esa ciudad».
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