San Cornelio, Papa y San Cipriano, Obispo
Jueves de la XXIV Semana del Tiempo
Ordinario
La
misericordia de Dios es un gesto profundo de amor. Frente a quienes creen que
están en el camino de la perfección por sus propios méritos, Dios nos interpela
con su palabra. Es el corazón arrepentido y que busca la conversión el que
obtiene el perdón de Dios. Los fariseos se daban por salvados por sus propios
méritos. ¿Y nosotros?
Juan 7, 36-50
En
aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él, entrando en
casa del fariseo, se recostó a la mesa. En esto, una mujer que había en la
ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo,
vino trayendo un frasco de alabastro lleno de perfume y, colocándose detrás
junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con las lágrimas, se los
enjugaba con los cabellos de su cabeza, los cubría de besos y se los ungía con
el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo:
«Si
este fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que lo está
tocando, pues es una pecadora».
Jesús
respondió y le dijo:
«Simón,
tengo algo que decirte».
El
contestó:
«Dímelo,
maestro».
Jesús
le dijo:
«Un
prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro
cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de ellos
le mostrará más amor?»
Respondió
Simón y dijo:
«Supongo
que aquel a quien le perdonó más».
Le
dijo Jesús:
«Has
juzgado rectamente».
Y,
volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
«¿Ves
a esta mujer? He entrado en tu casa y no me has dado agua para los pies; ella,
en cambio, me ha regado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con sus
cabellos. Tú no mediste el beso de paz; ella, en cambio, desde que entré, no ha
dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en
cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados
han quedado perdonados, porque ja amado mucho, pero al que poco se le perdona,
ama poco».
Y a
ella le dijo:
«Han
quedado perdonados tus pecados».
Los
demás convidados empezaron a decir entre ellos:
«¿Quién
es este, que hasta perdona pecados?».
Pero
él dijo a la mujer:
«Tu
fe te ha salvado, vete en paz».
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