miércoles, 3 de noviembre de 2021

Cada cruz...

Miércoles de la XXXI Semana del Tiempo Ordinario 

Jesús muestra, en este relato, una radicalidad abrumadora. Seguirle significa aceptarle como único Señor, como centro vital y motor que nos impulsa. No es una radicalidad excluyente. Es un seguimiento en positivo. Quien siente que su vida se ha transformado tras el encuentro personal con el Señor siente que ya está completo. El resto de cosas no adquiere ningún valor supremo.


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Lucas 14, 25-33

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:

«Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.

Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.

Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?

No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo:

"Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”.

¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil?

Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.

Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».


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