Santa Isabel de Hungría
Miércoles de la XXXIII Semana del Tiempo
Ordinario
Todos
hemos recibido un tesoro prestado que debemos poner a disposición de los demás.
Dar frutos es hacer que nuestros talentos, nuestras cualidades estén al
servicio de los demás. Enterrar nuestros dones en nuestro egoísmo y la inacción
nos conducen al vacío. Lo que hemos recibido gratis lo ponemos al servicio del
Reino en gratuidad.
Lucas 19, 11-28
En
aquel tiempo, Jesús dijo una parábola, porque estaba él cerca de Jerusalén y
pensaban que el reino de Dios iba a manifestarse enseguida.
Dijo,
pues:
«Un
hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y
volver después.
Llamó
a diez siervos suyos y les repartió diez minas de oro, diciéndoles:
"Negociad
mientras vuelvo".
Pero
sus conciudadanos lo aborrecían y enviaron tras de él una embajada diciendo:
"No
queremos que este llegue a reinar sobre nosotros".
Cuando
regresó de conseguir el título real, mandó llamar a su presencia a los siervos
a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno.
El
primero se presentó y dijo:
"Señor,
tu mina ha producido diez".
Él
le dijo:
"Muy
bien, siervo bueno; ya que has sido fiel en lo pequeño, recibe el gobierno de
diez ciudades".
El
segundo llegó y dijo:
"Tu
mina, señor, ha rendido cinco".
A
ese le dijo también:
"Pues
toma tú el mando de cinco ciudades".
El
otro llegó y dijo:
"Señor,
aquí está tu mina; la he tenido guardada en un pañuelo, porque tenía miedo,
porque eres un hombre exigente que retiras lo que no has depositado y siegas lo
que no has sembrado".
Él
le dijo:
"Por
tu boca te juzgo, siervo malo. ¿Conque sabías que soy exigente, que retiro lo
que no he depositado y siego lo que no he sembrado? Pues, ¿por qué no pusiste
mi dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses".
Entonces
dijo a los presentes:
"Quitadle
a éste la mina y dádsela al que tiene diez minas".
Le
dijeron:
"Señor,
si ya tiene diez minas".
"Os
digo: al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que
tiene. Y en cuanto a esos enemigos míos, que no querían que llegase a reinar
sobre ellos, traedlos acá y degolladlos en mi presencia"».
Dicho
esto, caminaba delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.
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