San Carlos Borromeo
Jueves de la XXXI Semana del Tiempo
Ordinario
Reconozcámoslo…
Estamos muy a gusto sin la oveja perdida que se fue. Molestaba, siempre
sobresalía por sus interrogantes, sus interpelaciones y sus dudas. Quizá
estamos mejor. No es lo que piensa el Señor. Él persigue y busca que la oveja
perdida vuelve. Solo entonces estará contento. ¿Qué nos mueve?
Lucas 15, 1-10
En
aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a
escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos:
«Ese
acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús
les dijo esta parábola:
«¿Quién
de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y
nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y,
cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar
a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice:
“¡Alegraos
conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido”.
Os
digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se
convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
O
¿qué mujer que tiene diez monedas, si se le pierde una, no enciende una lámpara
y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la
encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas y les dice:
“¡Alegraos
conmigo!, he encontrado la moneda que se me había perdido”.
Os
digo que la misma alegría tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador que
se convierta».
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