Dedicación de las Basílicas de los Apóstoles San Pedro y San Pablo
Jueves de la XXXIII Semana del Tiempo
Ordinario
Nuestro
camino cristiano por la vida es titubeante, expuesto a las dudas y
contradicciones internas, pero también a los embates que nos vienen del
exterior. En medio de ello nos surgen los temores, el mayor enemigo de nuestra
misión de bautizados. El miedo no se vence con más herramienta que con la fe y
la confianza puesta en el Señor. Es este un momento crucial para pedirle al
Señor que nos salve. Cada uno sabremos de qué queremos que Dios nos salve.
Mt 14, 22-33
"Inmediatamente después
Jesús obligó a sus discípulos a que se embarcaran; debían llegar antes que él a
la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Jesús, pues, despidió a la
gente, y luego subió al cerro para orar a solas. Cayó la noche, y él seguía
allí solo.
La barca en tanto estaba ya muy
lejos de tierra, y las olas le pegaban duramente, pues soplaba el viento en
contra. Antes del amanecer, Jesús vino hacia ellos caminando sobre el mar. Al
verlo caminando sobre el mar, se asustaron y exclamaron: «¡Es un fantasma!» Y
por el miedo se pusieron a gritar. En seguida Jesús les dijo:
«Animo, no temáis, que soy yo.»
Pedro contestó:
«Señor, si eres tú, manda que yo
vaya a ti caminando sobre el agua.»
Jesús le dijo:
«Ven.»
Pedro bajó de la barca y empezó a
caminar sobre las aguas en dirección a Jesús.
Pero el viento seguía muy fuerte,
tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó:
«¡Señor, sálvame!»
Al instante Jesús extendió la
mano y lo agarró, diciendo:
«Hombre de poca fe, ¿por qué has
vacilado?»
Subieron a la barca y cesó el
viento, y los que estaban en la barca se postraron ante él, diciendo:
«¡Verdaderamente tú eres el Hijo
de Dios!»"
No hay comentarios:
Publicar un comentario