II Domingo después de Navidad
Dios ya ha hecho acto de
presencia en medio de nosotros y nos ha hecho una propuesta. El prólogo del
Evangelio de Juan la desgrana. Y de la propuesta pasa a la interpelación
directa al hombre: la luz frente a las tinieblas. Ahora nos toca a cada uno de
nosotros y a todos, como comunidad, decidir qué camino hemos elegido. El de la luz
o el de las tinieblas.
Jn 1,1-5.9-14
En el principio existía el Verbo,
y el Verbo estaba junto a Dios,
y el Verbo era Dios.
Él estaba en el principio junto a
Dios.
Por medio de él se hizo todo,
y sin él no se hizo nada de
cuanto se ha hecho.
En él estaba la vida,
y la vida era la luz de los
hombres.
Y la luz brilla en la tiniebla,
y la tiniebla no lo recibió.
El Verbo era la luz verdadera,
que alumbra a todo hombre,
viniendo al mundo.
En el mundo estaba;
el mundo se hizo por medio de él,
y el mundo no lo conoció.
Vino a su casa,
y los suyos no lo recibieron.
Pero a cuantos lo recibieron,
les dio poder de ser hijos de
Dios,
a los que creen en su nombre.
Estos no han nacido de sangre, ni
de deseo de carne,
ni de deseo de varón, sino que
han nacido de Dios.
Y el Verbo se hizo carne y habitó
entre nosotros,
y hemos contemplado su gloria:
gloria como del Unigénito del
Padre, lleno de gracia y de verdad.
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