Miércoles de la IX Semana del Tiempo Ordinario
Los seres humanos solemos hacer
planes y proyectos. Incluso algunos hablamos de proyectos vitales. Sin embargo,
en algunas ocasiones la misma realidad desbarata nuestros planes. La pandemia
ha favorecido que muchos planes se caigan. Quizá es que no asentamos nuestra
vida en cimientos sólidos. Puede que nuestros cimientos se llenasen de ideales
económicos, de éxito y fama. Todo ello pasajero, superfluo. Quizá es que
debemos asentar nuestra vida en el Dios de la Vida en vez de andar agobiados
por aquello que nos la quita.
Marcos 12, 18-27
En aquel tiempo, se acercaron a
Jesús unos saduceos, los cuales dicen que no hay resurrección, y le
preguntaron:
«Maestro, Moisés nos dejó
escrito: "Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero no hijos,
que se case con la viuda y dé descendencia a su hermano".
Pues bien, había siete hermanos:
el primero se casó y murió sin hijos; el segundo se casó con la viuda y murió
también sin hijos; lo mismo el tercero; y ninguno de los siete dejó hijos. Por
último murió la mujer.
Cuando llegue la resurrección y
resuciten ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete han estado casados con
ella».
Jesús les respondió:
«¿No estáis equivocados, por no
entender la Escritura ni el poder de Dios? Pues cuando resuciten, ni los
hombres se casarán ni las mujeres serán dadas en matrimonio, serán como ángeles
del cielo.
Y a propósito de que los muertos
resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el episodio de la zarza,
lo que le dijo Dios: "Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios
de Jacob"? No es Dios de muertos, sino de vivos. Estáis muy equivocados».
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