Martes de la X Semana del Tiempo Ordinario
La identidad del discípulo de
Jesucristo no se esconde. Ser cristiano no es un don que se deba esconder. La
identidad del creyente incluye la misión de anunciar, de ser testigo y de dar
sentido a la vida propia y mostrar las semillas de Reino. Por eso nuestra fe es
luz y es sal.
Mateo 5, 13-18
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
«Vosotros sois la sal de la
tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla
fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo.
No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara
para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que
alumbre a todos los de casa.
Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».
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