Solemnidad del Corpus Christi
X Domingo del Tiempo Ordinario
En el marco de la fiesta de la Pascua
Judía, Jesús adelanta el sentido de su entrega generosa en la cruz por la
salvación de todos. El Pan y el Vino son su cuerpo y su sangre, la nueva
alianza sellada por Dios con su pueblo. Dios amplia la elección del pueblo
elegido en el Antiguo Testamento a toda la humanidad, quien puede reconocer en
el Hijo de Dios y en la Eucaristía al Cordero Pascual. Pero también reconocerlo
en el hermano que sufre, en el que ha sido excluido y apartado de la sociedad…
rostros en los que se refleja Cristo.
Marcos 14, 12-16. 22-26
El primer día de los Ácimos,
cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:
«¿Dónde quieres que vayamos a
prepararte la cena de Pascua?»
Él envió a dos discípulos,
diciéndoles:
«ld a la ciudad, os saldrá al
paso un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que
entre, decidle al dueño: "El Maestro pregunta: ¿Cuál es la habitación
donde voy a comer la Pascua con mis discípulos?"
Os enseñará una sala grande en el
piso de arriba, acondicionada y dispuesta. Preparádnosla allí»
Los discípulos se marcharon,
llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la
Pascua.
Mientras comían, tomó pan y,
pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo:
«Tomad, esto es mi cuerpo.»
Después, tomó el cáliz, pronunció
la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron.
Y les dijo:
«Esta es mi sangre de la alianza,
que es derramada por muchos. En verdad os digo que no volveré a beber del fruto
de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios».
Después de cantar el himno,
salieron para el monte de los Olivos.
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