XII Domingo del Tiempo Ordinario
Jesús nos pide salir de nuestra
zona de confort, de aquel ámbito en el que se desarrolla nuestra vida. Salir de
nuestras seguridades es motivo de alerta, de miedo. Y en el miedo necesitamos
confianza, fe. Nada nos paraliza más que el miedo. Nada nos aleja más de la fe
que el miedo. Nada nos separa más de los otros y de Dios que el miedo.
Marcos 4, 35 40
Aquel día, al atardecer, dijo
Jesús a sus discípulos:
«Vamos a la otra orilla».
Dejando a la gente, se lo
llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó una
fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de
agua. Él estaba en la popa, dormido sobre su cabezal.
Lo despertaron, diciéndole:
«Maestro, ¿no te importa que
perezcamos?».
Se puso en pie, increpó al viento
y dijo al mar:
«¡Silencio, enmudece!».
El viento cesó y vino una gran
calma.
Él les dijo:
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no
tenéis fe?».
Se llenaron de miedo y se decían
unos a otros:
«¿Pero quién es este? ¡Hasta el
viento y el mar le obedecen!».
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