Lunes de la X Semana del Tiempo Ordinario
El programa de la felicidad de Dios para con los hombres
contrasta con el programa diseñado por los hombres para ellos mismos. El de los
hombres se basa, principalmente, en la riqueza. El de Dios inicia con la
pobreza. Y es que para Dios los primeros son los últimos. Los cristianos
tenemos que aprender a mirar con los ojos de Dios.
Mt 5,1-12
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte,
se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba
diciendo:
«Bienaventurados los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos,
porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la
justicia,
porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz,
porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan
y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque
vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron
a los profetas anteriores a vosotros».
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