San Pedro Damiani, Obispo y doctor
Miércoles de la I Semana de Cuaresma
Exigir
signos a Dios no es más que una muestra absoluta de desconfianza. Dios se ha encarnado
libre y gratuitamente por la salvación del hombre. Pedirle como contrapartida
un signo es desconfiar de las propias intenciones de Dios. Si hoy seguimos en
esa dinámica de desconfiar y exigir signos para creer es que no hemos sabido
leer los signos de los tiempos con los ojos de la fe. Convertirse es dejarse
transformar por Dios. Es dejarse guiar por el Espíritu y aprender a mirar la
realidad con los la mirada de la fe, que es capaz de transcender los signos
externos y adentrarse en la profundidad del misterio.
Lc 11,29-32
En
aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles:
«Esta
generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más
signo que el signo de Jonás. Pues como Jonás fue un signo para los habitantes
de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación.
La
reina del Sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y
hará que los condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra para
escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.
Los
hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la
condenen; porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay
uno que es más que Jonás».
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