San Policarpo, obispo y mártir
Viernes de la I Semana de Cuaresma
Solo
desde la experiencia de la reconciliación somos capaces de perdonar y de pedir
perdón. Quien de verdad experimenta la misericordia amorosa del Padre busca
siempre hacerla real y concreta en el hermano. La eucaristía es ese momento de
máxima expresión del amor de Dios al hombre. Por eso acercarse a ella exige
hacerlo desde la más absoluta verdad, desde una experiencia de amor real y
concreta. Y nada más real y concreto que la reconciliación con uno mismo, con el hermano y con Dios.
Mt 5,20-26
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si
vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en
el reino de los cielos.
Habéis
oído que se dijo a los antiguos: "No matarás", y el que mate será reo
de juicio. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su
hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano "imbécil", tendrá
que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama "necio", merece la
condena de la "gehena" del fuego.
Por
tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí
mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el
altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a
presentar tu ofrenda.
Con
el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de
camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la
cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el
último céntimo».
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