Jueves después de Ceniza
El
camino de la cuaresma nos conduce, irremediablemente a nuestro propio desierto,
en el que nos encontraremos con nosotros mismos y experimentaremos la necesidad
y el deseo de encuentro con el Señor. Allí aprenderemos a valorar lo realmente
importante en nuestra vida y a renunciar a lo absolutamente innecesario y que
además distrae nuestra atención en el seguimiento del Señor. Este duro camino
tiene una enorme recompensa, ¿pero deseamos la recompensa de ganar la Vida
entera?
Lc 9,22-25
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«El
Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos
sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día».
Entonces
decía a todos:
«Si
alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada
día y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda
su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero
si se pierde o se arruina a sí mismo?».
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