No cambian mucho las
generaciones… Tampoco en esta, nuestra Castilla áspera y castigada por la
despoblación y el consecuente desánimo. Seguimos sentados en la plaza esperando
que los demás hagan aquello que nosotros deseamos y juzgando con nuestros
criterios a los demás desde el capricho, la envidia y la necedad. ¡Cómo nos
cuesta aceptar las diferencias! Y el Evangelio rompe estos esquemas. Quiebra
los criterios de los hombres. Dios mismo se mueve desde la libertad y por el
amor. Mira a tu interior y discierne lo que el Evangelio te pide. ¿O es más
fácil pretender que el evangelio diga lo que yo quiero escuchar?
Lucas 7, 31-35
En aquel tiempo,
dijo el Señor: “¿A quién, pues,
compararé los hombres de esta generación? ¿A quién son semejantes? Se asemejan
a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros aquello de: “Hemos
tocado la flauta y no habéis bailado, hemos entonado lamentaciones y no habéis
llorado”.
Porque vino Juan el Bautista, que ni come pan ni
bebe vino, y decís: “Tiene un demonio”; vino el Hijo del hombre, que come y
bebe, y decís: “Mirad qué hombre más comilón y borracho, amigo de publicanos y
pecadores”.
Sin embargo, todos los hijos de la sabiduría le
han dado la razón.
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