Seguro que a los discípulos de
Jesús este texto les resultó, cuanto menos, sorprendente. La esperanza
mesiánica de Israel barajaba la llegada exitosa de un Mesías político que
liberase al pueblo de la opresión de Roma. Pero no, Dios no habla el mismo
lenguaje. El Mesías sufriente no entraba en los esquemas de todos los judíos.
Pero sí en algunos. Isaías lo presenta así, aunque cuesta entender que un Dios
vulnerable sea nuestro salvador. El amor entregado en la pasión hasta la muerte
en la cruz es la clave de este Mesías. ¿Qué Mesías esperamos?
Lucas 9, 18-22
Una vez que Jesús estaba orando
solo,
lo acompañaban sus discípulos y les preguntó: ¿Quién dice la gente que
soy yo?
Ellos contestaron: Unos que Juan
el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha resucitado uno de los antiguos
profetas.
Él les preguntó: Y vosotros, ¿quién
decís que soy yo?
Pedro respondió: El Mesías de
Dios.
Él les prohibió terminantemente
decírselo a nadie, porque decía: El Hijo del hombre tiene que padecer mucho,
ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y
resucitar al tercer día.
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