Los ojos de Dios se fijan en
quien los ojos de los hombres ni se detienen. Dios ve en lo escondido, elige a
quien libremente quiere. Sus criterios no son los nuestros. Por eso la llamada
de Dios es tan potente y tan inquietante, nadie permanece impasible ante su
Palabra. Ante la llamada de Dios, ¿cómo reacciono?
Mateo 9, 9-13
En aquel tiempo,
al pasar vio Jesús
a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: “Sígueme”.
Él se levantó y lo siguió. Y
estando en la casa, sentado en la mesa, muchos publicanos y pecadores, que
habían acudido, se sentaban con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo,
preguntaron a los discípulos: “¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos
y pecadores?”
Jesús lo oyó y dijo: “No tienen
necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que
significa Misericordia quiero y no sacrificio: que no he venido a llamar a
justos, sino a los pecadores.
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