domingo, 30 de septiembre de 2018

Si tu mano te induce a pecar...


El seguimiento de Jesús plantea una radicalidad exigente. La coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, que en la persona de Cristo parece sencillo, es la piedra en la que todos tropezamos. Todo aquello que te aleja del amor a Dios y a los demás es un obstáculo. Y lo más curioso, es que no es lo que nos viene de fuera, es lo que brota de nuestro interior.


Marcos 9, 38-43. 45. 47-48
En aquel tiempo,
Juan dijo a Jesús: Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros.
Jesús respondió: No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Y el que os dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo, en verdad os digo que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te induce a pecar, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos a la “gehenna”, al fuego que no se apaga. Y, si tu pie te hace pecar, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies a la “gehenna.” Y, si tu ojo te induce a pecar, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos a la “gehenna”, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.

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