viernes, 14 de septiembre de 2018

¿Soy de dar oportunidades o de sentenciar?


El amor de Dios a los hombres llega hasta las últimas consecuencias. Y ¿qué mayor gesto de amor que entregar a su propio hijo para salvar al resto del género humano? Nada hay que supere este gesto de generosidad suprema. Una muestra más de que el sentido de la justicia para Dios no es el mismo que el nuestro. Contemplar el misterio de la cruz nos ayuda a interiorizar nuestra propia forma de ser y estar con los demás. ¿Juzgo o justifico? ¿Doy otra oportunidad o sentencio? ¿Miro con amor o soy más de etiquetar al que tengo a mi lado?



Juan 3, 13-17
En aquel tiempo,
dijo Jesús a Nicodemo: Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario