¡Que tentación más atemporal! Da
igual el milenio, el siglo o la década… Es fácil y tentador buscar fuera al
culpable de los males que nos acechan. Incluso es muy normal argumentar con la
tradición para mantenernos inmóviles ante la inquietante demanda de respuestas
a nuestro alrededor. Y sin embargo, es en nuestro interior donde encontramos
los verdaderos motivos de nuestras acciones. El verdadero motor de nuestra vida
ruge dentro de nosotros. Por eso es tan importante hacerle un hueco al Señor y
escuchar su Palabra. ¿Soy de tradición o de corazón?
Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23
En aquel tiempo, se reunieron
junto a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén; y vieron que
algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos.
(Pues los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las
manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver
de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas
tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas). Y los fariseos y los escribas le
preguntaron: “¿Por qué no caminan tus discípulos según las tradiciones de los
mayores y comen el pan con las manos impuras?”
Él les contestó: “Bien profetizó
Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: Este pueblo me honra con los
labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío,
porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos. Dejáis a un lado el
mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres”.
Llamó Jesús de nuevo a la gente y
les dijo: “Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al
hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de
dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las
fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes,
desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen
de dentro y hacen al hombre impuro”.
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