martes, 18 de septiembre de 2018

Dios visita a su pueblo...

La primera condición para comprometerse con el que sufre es estar abierto a ver lo que le ocurre a los otros. Esta capacidad para padecer con el otro (com-padecer-se) exige estar atentos a lo que ocurre alrededor, ser sensibles a la realidad que nos afecta cada día. El siguiente paso es ponerse al lado del que sufre, sentir lo que siente y saber actuar desde la generosidad y el compromiso. La realidad se transforma cuando el compromiso se hace más concreto. No es obra nuestra, es obra de Dios y si actuamos así los demás verán que “Dios ha visitado a su pueblo”. ¿Soy capaz de ponerme en el lugar del otro y dejar que Dios actúe?



Lucas 7, 11-17
En aquel tiempo,
iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, y caminaban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, se compadeció de ella y le dijo: “No llores”.
Y acercándose al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: “¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!”
El muerto se incorporo y empezó a hablar, y se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos de temor, daban gloria a Dios, diciendo: “Un gran Profeta ha surgido entre nosotros”, y “Dios ha visitado a su pueblo”.
Este hecho se divulgó por toda Judea y por toda la comarca circundante.

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