Santas Perpetua y Felicidad. Sábado de la I Semana de Cuaresma
Es una responsabilidad del
creyente velar por el bienestar de amigos y enemigos. Dura responsabilidad,
pero responsabilidad. ¿Y de dónde proviene? De nuestro bautismo. Por el
bautismo somos “hijos” de Dios, en consecuencia todos hermanos. ¿Acaso
dejaríamos a nuestro hermano a un lado por una ofensa? No. La enorme recompensa
que tenemos los cristianos es el amor. Y el amor más grande es el de quien dio
la vida por nosotros. Recuperemos las actitudes que se derivan del amor, porque
si hay algo que puede cambiar el mundo es EL AMOR.
Mt 5,43-48
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
-Habéis oído que se dijo: Amarás
a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo.
Yo, en cambio, os digo: Amad a
vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os
persiguen y calumnian. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo,
que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e
injustos.
Porque, si amáis a los que os
aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si
saludáis sólo a vuestro hermano, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo
mismo también los paganos? Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre
celestial es perfecto.
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