jueves, 12 de marzo de 2020

Voceros de qué...


Jueves de la II Semana de Cuaresma
Ahora que el coronavirus nos acecha y parece que andamos algo desorientados, nos viene muy bien recordar algunas cosas. Hacemos mucho caso a las palabras de inexpertos, de divulgadores sin fundamente y de vendedores de humos en las redes sociales; pero dejamos a un lado la palabra de los expertos. Nos surge el miedo, nos revuelve y al tiempo nos paraliza. Al sentido de nuestra propia existencia (no al coronavirus) se refiere Jesús. Dios ha hablado de muchas y diversas maneras a lo largo del tiempo. Hoy lo sigue haciendo. Pero seguimos haciendo caso omiso a sus llamados. Hemos entretenido nuestra vida en lo accidental y nos puede ocurrir lo que al hombre rico.

Lc 16,19-31
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
-Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día.
Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico, pero nadie se lo daba.
Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas.
Sucedió que se murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán.
Se murió también el rico y lo enterraron. Y estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno, y gritó:
-Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas.
Pero Abrahán le contestó:
-Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida y Lázaro a su vez males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces.
Y además entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros.
El rico insistió:
-Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento.
Abrahán le dice:
-Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen.
El rico contestó:
-No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán.
Abrahán le dijo:
-Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto.

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