III Domingo de Cuaresma
La mujer samaritana representa a
tantas y tantas personas que siguen buscando la hondura de su propia vida.
Sumergidos en la vorágine de nuestros días, anhelamos alcanzar una existencia
llena de sentido. Nuestras agendas se han llenado de eventos inconexos que
necesitan mostrar vida, porque una vida sin sentido no es vida. La mujer
samaritana pasa de una existencia vacía a una vida llena tras el encuentro con
el Señor. Su sed de Dios se calma, porque el agua del encuentro verdadero colma
nuestras insatisfacciones. Ahora vive una vida completamente transformada.
Dejémonos encontrar por Dios para que transforme también nuestro día a día.
Jn 4,5-15.19b-26.39a.40-42
En aquel tiempo, llegó Jesús a un
pueblo de Samaría llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José;
allí estaba el manantial de Jacob.
Jesús, cansado del camino, estaba
allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía.
Llega una mujer de Samaria a
sacar agua, y Jesús le dice:
-«Dame de beber.»
Sus discípulos se habían ido al
pueblo a comprar comida.
La samaritana le dice:
-«¿Cómo tú, siendo judío, me
pides de beber a mí, que soy samaritana? »
Porque los judíos no se tratan
con los samaritanos.
Jesús le contestó:
-«Si conocieras el don de Dios y
quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva. »
La mujer le dice:
-«Señor, si no tienes cubo, y el
pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre
Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?»
Jesús le contestó:
-«El que bebe de esta agua vuelve
a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el
agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta
hasta la vida eterna.»
La mujer le dice:
-«Señor, dame esa agua: así no
tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla. Veo que tú eres un
profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el
sitio donde se debemos dar culto está en Jerusalén.»
Jesús le dice:
-«Créeme, mujer: se acerca la
hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros
dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque
la salvación viene de los judíos.
Pero se acerca la hora, ya está
aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu
y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los
que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.»
La mujer le dice:
-«Sé que va a venir el Mesías, el
Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo.»
Jesús le dice:
-«Soy yo, el que habla contigo.»
En aquel pueblo muchos creyeron
en él. Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara
con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su
predicación, y decían a la mujer:
-«Ya no creemos por lo que tú
dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador
del mundo.»
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