Martes de la V Semana de Cuaresma
Los fariseos siguen escépticos
ante la personalidad, la misión y la identidad de Jesús. Pero a Jesús solo
podemos entenderlo desde el acontecimiento Pascual al que nos dirigimos. A
Jesús no se le entiende sin la Pascua, sin el paso por la cruz y la
autentificación del Padre en la Resurrección del Hijo. No podemos quedarnos en
los episodios del Jesús histórico, es carente de sentido si no llegamos a
contemplar al Cristo de la fe. Nos encaminamos a vivir los días centrales del misterio de nuestra fe, y somos muy dados a quedarnos con la parte dolorosa, con el siervo sufriente, pero nada tiene sentido sin la mirada enfocada a la Resurrección.
Juan 8, 21-30
En aquel tiempo, dijo Jesús a los
fariseos:
«Yo me voy y me buscaréis, y
moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros».
Y los judíos comentaban:
«¿Será que va a suicidarse, y por
eso dice: “Donde yo voy no podéis venir vosotros”?».
Y él les dijo:
«Vosotros sois de aquí abajo, yo
soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con
razón os he dicho que moriréis en vuestros pecados: pues, si no creéis que “Yo
soy”, moriréis por vuestros pecados».
Ellos le decían:
«¿Quién eres tú?»
Jesús les contestó:
«Lo que os estoy diciendo desde
el principio. Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me
ha enviado es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él».
Ellos no comprendieron que les
hablaba del Padre.
Y entonces dijo Jesús:
«Cuando levantéis en alto al Hijo
del hombre, sabréis que “Yo soy”, y que no hago nada por mi cuenta, sino que
hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha
dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada».
Cuando les exponía esto, muchos
creyeron en él.
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