Martes de la IV Semana de Cuaresma
Jesús sigue con su misión de
liberar al hombre de sus ataduras. También a nosotros. 38 años llevaba el
hombre atado a su camilla. Cada uno de nosotros sabe, perfectamente a qué está atado,
qué es lo que le impide alcanzar la verdadera libertad. Enfrente quien busca
juzgar cada uno de los actos liberadores del Señor con el único objeto de
destruir, desvirtuar y desacreditar la misión del Señor. ¿Y nosotros, en qué
lado estamos?
Jn 5,1-3.5-16
En aquel tiempo, se celebraba una
fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la
puerta de las ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Ésta tiene
cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos,
paralíticos. Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años
enfermo. Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le
dice:
- «¿Quieres quedar sano?»
El enfermo le contestó:
- «Señor, no tengo a nadie que me
meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me
ha adelantado.»
Jesús le dice:
- «Levántate, toma tu camilla y
echa a andar.»
Y al momento el hombre quedó
sano, tomó su camilla y echó a andar. Aquel día era sábado, y los judíos dijeron
al hombre que había quedado sano:
- «Hoy es sábado, y no se puede
llevar la camilla.»
Él les contestó:
- «El que me ha curado es quien
me ha dicho: Toma tu camilla y echa a andar.»
Ellos le preguntaron:
- «¿Quién es el que te ha dicho
que tomes la camilla y eches a andar?»
Pero el que había quedado sano no
sabía quién era, porque Jesús, aprovechando el barullo de aquel sitio, se había
alejado. Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice:
- «Mira, has quedado sano; no
peques más, no sea que te ocurra algo peor.»
Se marchó aquel hombre y dijo a
los judíos que era Jesús quien lo había sanado. Por esto los judíos acosaban a
Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.
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