Sábado de la IV Semana de Cuaresma
Conocer a Jesús no deja a nadie
indiferente. Y la pregunta que todos se hacen es quién es Jesús. Para algunos
Jesús es un profeta, un enviado de Dios para anunciar tiempos mejores y
denunciar las injusticias. Para otros es el Mesías, el esperado, el Hijo de
Dios que se hace presente en medio de su pueblo. Pero a otros la presencia de
Jesús molesta y buscan su final. Aún en el siglo XXI nos preguntamos quién es
Jesús y esa pregunta no es indiferente a los hombres y mujeres.
Jn 7,40-53
En aquel tiempo, algunos de entre
la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían:
- «Éste es de verdad el profeta.»
Otros decían:
- «Éste es el Mesías.»
Pero otros decían:
- «¿Es que de Galilea va a venir
el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de
Belén, el pueblo de David?»
Y así surgió entre la gente una
discordia por su causa.
Algunos querían prenderlo, pero
nadie le puso la mano encima.
Los guardias del templo acudieron
a los sumos sacerdotes y fariseos, y éstos les dijeron:
- «¿Por qué no lo habéis traído?»
Los guardias respondieron:
- «Jamás ha hablado nadie como
ese hombre.»
Los fariseos les replicaron:
- «¿También vosotros os habéis
dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que
no entiende de la Ley son unos malditos.»
Nicodemo, el que había ido en
otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo:
_«¿Acaso nuestra ley permite
juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?»
Ellos le replicaron:
- «¿También tú eres galileo?
Estudia y verás que de Galilea no salen profetas.»
Y se volvieron cada uno a su
casa.
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