Agobiados… Sí. Posiblemente esta sea la palabra que
define nuestras circunstancias. Agobiados por sacar la máxima rentabilidad a
nuestra vida de fe. A veces la rentabilidad se traduce en un ímpetu evangelizador
centrado en nuestras acciones y olvidando el Espíritu. Otras veces en la
correspondencia entre los esfuerzos y los resultados. Pero no es eso lo que el
Señor nos pide. Nos propone gratuidad y gratitud, no rentabilidad. Nos propone libertad,
no encadenamientos. Nos propone estar al lado de los desheredados y a veces
hemos elegido el lado cómodo de la riqueza…
Mateo 10, 7-13
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
apóstoles:
«Id y proclamad que ha llegado el
renio de los cielos. Curad enfermos resucitad muertos, limpiad leprosos,
arrojad demonios.
Gratis habéis recibido, dad gratis.
No os procuréis en la faja oro, plata
ni cobre; ni tampoco alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni
bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en una ciudad o
aldea, averiguad quien hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os
vayáis. Al entrar en su casa, saludadla con la paz; si la casa se lo merece,
vuestra paz vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volver a vosotros».
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