Inmaculado Corazón de María. Sábado de la XI
semana del Tiempo Ordinario
A pesar de que María no acaba de entender todo lo que
ocurría en su hijo, ella se mantiene expectante, atenta a los gestos y las
palabras de Dios, como lo estuvo en el anuncio. La actitud de escucha y
contemplación es modelo para el creyente del siglo XXI.
Lucas 2, 41-51
Los padres de Jesús solían ir cada
año a Jerusalén por la fiesta de Pascua.
Cuando Jesús cumplió doce años,
subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero
el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
Estos, creyendo que estaba en la
caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los
parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo.
Y sucedió que, a los tres días, lo
encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y
haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento
y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le
dijo su madre:
«Hijo, ¿por qué nos has tratado así?
Tu padre y yo te buscábamos angustiados».
Él les contestó:
«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais
que yo debía estar en las cosas de mi Padre?».
Pero ellos no comprendieron lo que
les dijo.
Él bajó con ellos y fue a Nazaret y
estaba sujeto a ellos.
Su madre conservaba todo esto en su
corazón.
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