San Carlos Luanga y compañeros mártires. Miércoles de
la IX Semana del Tiempo Ordinario
En esta ocasión son los saduceos quienes intentar
acercarse a Jesús, pero del mismo modo. Los saduceos quieren escuchar de boca
de Jesús aquello que justifique sus posicionamientos. No se acercan con
sinceridad ni buscando la verdad. No debería resultarnos extraña esta actitud.
Hoy es muy fácil prestar nuestro oído a aquellos que nos lo halagan, aquellos
que nos confirman en nuestras posiciones. Es tentador, incluso, buscar en el
Evangelio aquello que justifique nuestra forma de ser creyentes. Pero ¿es eso
buscar la verdad? El evangelio debería ayudarnos a ponernos delante del espejo
Marcos 12, 18-27
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús
unos saduceos, de los que dicen que no hay resurrección, y le preguntan:
«Maestro, Moisés nos dejó escrito:
“Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero no hijos, que se case con
la viuda y dé descendencia a su hermano”.
Pues bien, había siete hermanos: el
primero se casó y murió sin hijos; el segundo se casó con la viuda y murió
también sin hijos; lo mismo el tercero; y ninguno de los siete dejó hijos. Por
último murió la mujer.
Cuando llegue la resurrección y
resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete han estado casados
con ella».
Jesús les respondió:
«¿No estáis equivocados, por no
entender la Escritura ni el poder de Dios? Pues cuando resuciten, ni los
hombres se casarán ni las mujeres serán dadas en matrimonio, serán como ángeles
del cielo.
Y a propósito de que los muertos
resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el episodio de la zarza,
lo que le dijo Dios: “Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de
Jacob”? No es Dios de muertos, sino de vivos. Estáis muy equivocados».
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